sábado, 12 de febrero de 2011

Volver para escribir

Estaba en esa estación buscando otra cosa, una señal, un gesto, un color que se torne contrastante con aquel mundo contaminado de grises y de sombras. Mientras miraba el afuera por las grandes paredes de cristal, buscaba un quiebre, la introducción de una diferencia, el capítulo fundamental del libro. Pensó en los grandes escritores, en su majestuosidad, en los personajes que tomaban vida y compartían con él una charla en Montevideo, un debate en París, o una noche en Buenos Aires. Pensó que tal vez él mismo era un personaje y estaba siendo escrito por alguien en alguna parte del mundo. Pero era él, estaba seguro. Estaba ahí, en esa estación, esperando un colectivo, intentando escribir. Nadie estaba marcando sus pasos, nadie estaba determinando sus angustias, nadie estaba siendo autor de su propia vida. Era el resultado de la más pura contingencia. Había sido arrojado a la existencia, y ni siquiera sabía si alguien lo había hecho. Volvió a recordar a aquellos personajes literarios, a  Martín Santomé, a la Maga, y a la misteriosa y sensual Alejandra, mientras un hombre a su lado se quejaba incansablemente del caos del tráfico. Ellos no podían ayudarlo. Tampoco los vestigios de su viejo hogar, ni las voces de sus amigos rondando su consciencia.  Hacía falta algo más para escribir ese capítulo, un despertar compartido, un pensamiento simultáneo. Quiso entonces intentar escribirlo solo, sin la presencia de nadie. Después de todo, pensó, los últimos capítulos son los más importantes; a pesar del paso del tiempo conservan sus cualidades, actúan sobre los capítulos anteriores modificándolos, dándoles otro sentido, casi como lo que nos sucede a los hombres cuando llegamos al final de nuestras vidas y miramos hacia atrás.
Tomó su lapicera y empezó a escribir. Tenía que encontrar el punto y aparte que genere una diferencia, tenía que salvarse del imperio de la razón, empezar a convertir el soñar en algo más que un verbo. Otra vez brotó la sensación de no pertenecer a ese lugar. ¿Qué hacía ahí, en una terminal repleta de valijas y gente apresurada, intentando desesperadamente volver a su pasado para tomar algún indicio que lo guíe? Porque eso era lo que había pensado. Si quería introducir alguna diferencia en su transcurrir debía volver a sus recuerdos y buscar una señal.
Lo intentó de nuevo, una y otra vez. Pero no podía. Volver era imposible. Las condiciones nunca estuvieron dadas para que esa palabra exista, ni uno es el mismo cuando vuelve, ni las cosas son las mismas. Heráclito siempre tuvo razón. Comprendió entonces que los retornos son sólo míticos, y que encontrar un antes y un después iba a ser más costoso de lo que había pensado: sin poder volver a su pasado no podría encontrar las letras que lo ayuden a escribir su porvenir.
Pero la calma lo envolvió y se apropió de él. Lo había intentado... Algún día volvería a escribir






Diego

2 comentarios:

  1. Creo que estas palabras podrían ser el primer capítulo de un libro. Tu "personaje" no pudo escribirlo, pero me encantaría leer un libro que comenzara así.

    ¿Cuántas veces queremos volver, no? Repetir algún momento, alguna etapa de la vida, volver para cambiar algo o simplemente para dejarlo tal como sucedió, volver para decir la palabra que no dijimos o para no decir aquella que estuvo de más, volver para encontrarnos con el mismo lugar que dejamos cuando nos habíamos ido...pero es imposible, como bien usted lo dijo, por algo somos heracliteanos :)

    Me gusta volver a los lugares en dónde he sido feliz, a diferencia de Sabina. A algunos los observo desde lejos (no me atrevo a entrar a ese café) y se me escapan las lágrimas al recordar determinados momentos. A otros regreso para reencontrarme (de diferente manera) con la felicidad, eso me pasó al volver a Bariloche.

    Un placer leerte Dié.

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  2. Tenés razón Vaal, por eso la mención a Heráclito. El personaje también en este caso quiere volver al pasado para hallar una señal que le permita cambiar y modificar su presente, encontrar la manera de tornarlo diferente, o escribir el último capítulo metafóricamente. Busca un indicio, pero se percata de que volver es imposible.

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