miércoles, 22 de junio de 2011

El reflejo


Subió al colectivo en un pueblo cuyo nombre no recuerdo y eligió sentarse por puro azar en el número doce del lado de la ventanilla. Nunca supo ni sabrá que esa elección permitiría que quien viajaba atrás pudiera contemplar su rostro a través de su reflejo en el vidrio. Verónica nunca sabrá de mí, pero yo sí de ella, porque conservaré el recuerdo de su mirada para, tal vez, intentar descifrarla cuando los años pasen y quien cargue con algunas arrugas y años sea yo. Por lo pronto, sólo puedo decir que cuando Verónica miraba un pibe despidiendo con una sonrisa a su padre, los viejos con sus boinas andando en bicicletas, y la gente abrazándose con quienes luego serían nuestros compañeros de viaje, percibía lo mismo que yo pude avizorar en su reflejo.
Mientras haya algo de eso en el mundo, mientras existan los gestos de complicidad, mientras podamos observar cuando viajamos algunos de esos rostros, la humanidad estará salvada. Sólo hay que encontrar el reflejo de ojos sabios, nostálgicos y cargados de experiencia para percatarse de ello. Verónica miró.. y yo pude ver.





(Foto: Mapa en cuaderno de 1960)